Con esta práctica comenzamos a adentrarnos en el mundo de la arteterapia.
Para comenzar fuimos a la casa adaptada, donde nos sentamos y el profesor de dispuso a repartir los materiales: folios, lápices de colores y pinturas.
Con ese simple gesto nos lleva a la niñez cuando pintábamos sobretodo con los lápices de colores, sacando ese niño que tenemos dentro y que muy pocas veces sacamos a relucir.
La práctica consistía en dibujar un sueño que tuviésemos y un miedo, eligiendo solo dos colores en cada caso.
En mi caso para el sueño elegí el azul y el verde y mi deseo era viajar por el mundo.
Para el miedo elegí el color negro, destacando la soledad, el miedo a no poder salir de esa espiral.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjHaZcL9HY8VleXCtCS5Y68j4HlLYfumYOvik0KYYSUxmqJ-XqGSn9Y_MhNySZdHGFbGY1kzh8cRjJlqou9054A-IOMDFbBJcvOFFHEqTlmJFCjAvWQvm0rwkU6mOI7oJ3c8TvDji0QqpV5/s320/fot1.jpg)
Uno vez que estuviesen hechos, debíamos hacer aviones de papel con ellos y hacer volar solo uno de ellos. En mi caso quise hacer volar mi deseo para que así se cumpla siendo libre, quedándome con el miedo para aprender de él.
A continuación pasamos a la siguiente actividad, esta vez con pinturas y con música de fondo teníamos que dejarnos llevar y pintar con los dedos, notando las diferentes texturas y sensaciones que nos trasmitía, tanto la música como la pintura.
Para terminar podíamos salir al exterior a fotografiar todo lo que considerásemos bello. Tal vez no hacía falta ir más lejos ya que en ocasiones las cosas más bellas las tenemos delante y no nos damos cuenta ya que las vemos cada día.
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